Laje, María Inés. Jóvenes: exclusión o ciudadanía. En revista: Anuario: Nro 3. CIJS, Centro de Investigaciones Juridicas y Sociales, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Cordoba, Cordoba, Argentina. 200?. 

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JÓVENES: EXCLUSIÓN O CIUDADANÍA

 

María Inés Laje*

 

 


 

 

Sumario: El presente trabajo pretende avanzar en la comprensión de la cuestión de la infancia y la adolescencia, en especial de las  situaciones de riesgos a las que esta categoría de ciudadanos se enfrenta.

Se abordan en esta dirección dos dimensiones fuertemente autoimplicadas. Por un lado, la idea de que la niñez constituye un sujeto social cuyas especificidades históricas solo pueden comprenderse  haciendo referencia  a  complejos procesos de tipo social y cultural. Se entiende así que los grupos e individuos dan cuenta en sus concepciones y prácticas, de marcos institucionales -culturales- y  situaciones socio-económicas que condicionan sus perspectivas y estrategias de vida. Las presentes notas intentan desagregar los elementos más relevantes de esta dimensión del problema que nos preocupa.

A la luz de lo anterior, interesa en un segundo momento, entender a la adolescencia desde la perspectiva de lo que se ha denominado “proceso de ciudadanización”. Las características de este proceso, cuyas expresiones más plenas se produjeran en el seno de ciertas sociedades europeas centrales,  constituyen una de las dimensiones fundamentales del proceso social y cultural que deriva en la configuración actual de la cuestión de la minoridad.

Como  telón de fondo estas notas están permeadas por la persistente presencia de una larga tradición de asistencialismo, basada en gran medida en la noción de irregularidad y en concepciones de control social[i].


 

 

La construcción social del adolescente nos muestra un grupo social -los adolescentes/jóvenes- como una población heterogénea,  que encierra significaciones complejas y a veces contradictorias. Esta población heterogénea, está sin embargo unida entre sí solo  por  una cuestión biológica: la edad en un período dado. Esta cuestión biológica conduce a una cuestión muchas veces explicada: los jóvenes no llegan normalmente a tener  “voz propia”, como  tampoco  actor colectivo que articule su representación.

En este sentido, la figura  de “pasaje”, de  “fase transitoria” entre la dependencia familiar y la independencia, entre la escuela y el trabajo, constituye, como señala Margulis, un concepto asociado a una lucha por el poder o el prestigio, que adquiere un desigual alcance y sentido entre los diversos sectores sociales y  en distintos momentos de la historia. Por lo tanto,  la  condición de joven varía entre  los diversos ámbitos sociales y en distintos momentos de la historia.

El surgimiento de la adolescencia fue la consecuencia de nuevas condiciones demográficas que exigían retrasar el acceso a la vida adulta, produciéndose un desfasaje entre la maduración sexual y biológica, y la madurez social, generando un período con responsabilidades postergadas, una moratoria respecto de la obligación de obtener ingreso y fundar una familia. 

Tal situación  corresponde, para determinados sectores,  a la condición de estudiante, que  prolonga  esta fase para permitir un  largo período de aprendizaje. Sin embargo, para  amplios grupos de la población por circunstancias económicas o tradiciones culturales, o la combinación de ambas, al ingreso prematuro a la vida laboral, se une el inicio de su vida reproductiva a temprana edad, dificultando enormente el proceso de maduración personal y social.

En nuestro país la juventud ha experimentado cambios y transformaciones muy profundos definidos por el particular contexto económico, social y político. Este puede ser caracterizado según dos etapas: la modernizadora (1950-1980) y la de crisis (1980-1990).

En la primera,  el patrón conceptual  respondía a un modelo de juventud signado por el  paradigma del progreso social, coadyuvando al desarrollo de una actitud más crítica y más segura frente a las autoridades, reforzando una genérica postura reivindicativa de obtención de respeto como sujetos con voluntad y opinión propia.

Luego la recesión frenó y desarticuló la modernización, pasando la juventud  a ser un grupo de edad particularmente afectado por la exclusión social[ii].

La juventud actual crece y se desarrolla en un mundo que ha experimentado cambios dramáticos con respecto a la generación de sus padres; se han producido modificaciones políticas, económicas y sociales de enorme relevancia que han desarticulado las explicaciones tradicionales sobre el mundo y la vida. Estos cambios  repercuten obviamente en la cultura y en lo que atañe a los jóvenes, influyen en las formas de construcción de su identidad, en las modalidades de la sociabilidad y en las creencias y proyectos.

La crisis acentuó la tendencia a frenar o revertir los procesos de movilidad ascendente y afectó especialmente a los jóvenes de sectores populares en diferentes dimensiones: junto con la precaria y temprana incorporación al mercado de trabajo, se difiere  el proceso de incorporación al sistema de educación formal y  se acelera la constitución de parejas o familias.

La distribución desigual de los ingresos acentúa la diferencia entre sectores reducidos que viven en la riqueza, sectores medios empobrecidos y un sector social  creciente que vive en condiciones de pobreza, dando lugar a una heterogeneidad social profunda. Señala Liebel, que esta situación es asemejable sólo a las formas no institucionalizadas de la segregación de razas, tratándose a los sectores pobres como pertenecientes a otra etnia.

Podemos hablar  entonces  de la  juventud como  de un grupo social con  una existencia  fragmentaria, en donde las diferencias sociales, económicas y culturales, a través de las ofertas y consumos, manifiestan modalidades de discriminación y exclusión.

En esta perspectiva, vemos distintas adolescencias con grados muy diversos de satisfacción de sus necesidades, espectro que tiende a una creciente polarización. Para unos, la ausencia de derechos propios es subsanada por la acción de sus familias e instituciones que pueden proveerles de lo necesario. Mientras que para otros se agudiza su situación de desprotección.

A su vez, la adolescencia está en medio de dos tendencias contradictorias de nuestra sociedad: por un lado, una juventud vulnerable y pobre, sin ingreso, sin posibilidad de acceso a las opciones del mercado, y por el otro, un mercado que en virtud de su diversificación, ofrece modelos de identidad e independencia vía el consumo para aquellos adolescentes que sí disponen de ingresos, por intermedio de sus familias.

Este tipo de ciudadanía, de creciente centralidad, tiene una fuerza excluyente. Se presenta una gran divergencia entre la inclusión en la vida cultural, en compartir los valores y aspiraciones comunes a todos y la exclusión en los standars de vida, por la carencia de los medios de llegar a esos valores culturalmente legitimados. La cultura universal del consumo implica, de hecho, una estratificación por la cual todos los que no tienen ingresos pasan a ser ciudadanos de segunda o tercera.

Para expresar la paradigmática situación de los adolescentes pobres, compartimos con  Kessler los siguientes interrogantes: ¿qué  puede hacer un adolescente pobre que busca trabajo y no lo encuentra? ¿Adónde acude uno que tiene necesidad de atención psicológica o un problema grave de adicción? ¿Cómo se transforma en usuario de los servicios de salud? ¿Qué pasa con la prevención del sida y el acceso real al control ginecológico? ¿Dónde halla canales de participación social? ¿Y las necesidades de recreación en barrios empobrecidos y abandonados? ¿A quién recurre un adolescente pobre si duda sobre la utilidad de la educación que está recibiendo y empieza a pensar en desertar?

El malestar de la adolescencia pobre, puede expresarse con otros indicadores que señalan cuestiones centrales que presentan coincidencias entre los investigadores. (Kessler, G.) Tales son: 

1. La visión de la escuela secundaria como una vía muerta, una institución que no responde eficazmente ni a sus demandas actuales ni a sus necesidades de formación profesional. (Kessler parafraseando a Auyero).

2. La preocupación creciente por el futuro laboral, un mercado de trabajo cada vez más contraído y en donde aparecen pocas oportunidades, lo cual se agrava por los crecientes índices de desocupación,  que crecen  mientras se baja la escala social.

3. Experimentan la dolorosa vivencia del estigma, por ser parte de la juventud pobre, discriminada en los lugares de esparcimiento, de donde muchas veces se los excluye abiertamente, o donde el temor de que esa situación se repita ya sufrida en carne propia o en pares, los impulsa a autoexcluirse y directamente no intentar concurrir[iii].

4. La estigmatización por parte de la policía que suele verlos como peligrosos y de la misma sociedad que los ve además de jóvenes,  pobres y peligrosos.

5. Los datos sobre maltratos y vejámenes que sufren adolescentes llevados a comisarías,  indican que son los más pobres  las víctimas frecuentes de dichos abusos.

“...la percepción compartida de exterioridad con respecto a los derechos; la justicia  vista como una serie de dispositivos que si bien pueden ser usados contra ellos por los factores de poder, no pueden ser usados por ellos ante necesidades o abusos  de distinto orden. Tienden  a no verse como sujetos de derecho, sino como objeto de un derecho que, por lo general, se vuelve en su contra. (Kessler, G.  pág. 21)

Las prácticas estratégicas para sobrevivir de estos jóvenes, muchas veces no surgen sólo de una situación de crisis económica,  tienen que ver  además, con una dimensión cultural en la que  se construyen identidades a partir de problemas: delincuencia, desarraigo, migración familiar; traslados, mudanzas, desestructuración familiar y abandonos, estigmatización, discriminación y diferentes situaciones de riesgo; drogadicción, embarazo adolescente, sida, violencia familiar, etc. Estas temáticas hacen cuestionar  los mecanismos de constitución de la identidad.(Szulik, D.  y otra)

La elección de vivir solamente fuera de las cánones legales y de lo que socialmente se considera legítimo, no es sólo por la situación acuciante en que les ha tocado vivir, sino que está atravesada intrínsecamente por una historia que los condiciona en una forma quizás más determinante que a otros sectores sociales, e inclusive a otros grupos dentro de su mismo sector social.

El futuro  es experimentado como azar, los acontecimientos se presentan aleatoriamente con una marcada sensación de regresión, de pesimismo,  de estancamiento. Situación que se refleja en un estilo de vida, en su específica forma de relacionarse con el  mundo, lo que implica entre otras cosas, una valoración particular de los acontecimientos en los que ellos son protagonistas.

Son estos jóvenes los que develan paradigmáticamente la situación hoy.

No sorprende que exista un consenso creciente acerca de que la adolescencia ha sido construída como una categoría de personas con derechos sociales reducidos y escaso poder de demanda.


 

 

EL CONFLICTIVO ESPACIO DE LOS DERECHOS

 

La omisión de la adolescencia en la preocupación creciente por los derechos constituye una paradoja de nuestra época que se repite -salvo escasas excepciones- en la mayor parte de los países del mundo. La Argentina no es una excepción; es,  sin embargo, una nación donde los extremos de tal paradoja se presentan con un cariz muy marcado.  No hay prácticamente actores políticos, sociales, laborales, intelectuales, que hagan suya la preocupación por los derechos de los adolescentes. (Kessler, G.)

Esto no es casual,  sino que responde a la vigencia de  concepciones vinculadas al asistencialismo y proteccionismo, a las ideologías salvacionistas de principio de siglo,  de control social, en donde  primaba un discurso de defensa social, de vigilancia de la infancia, para evitar la comisión de delitos.

Con ello se  legitima la intervención  en la vida privada de este grupo social. Se produjo una  indiferenciación de las situaciones vinculadas a  problemas económicos y  sociales, dando lugar a que el problema criminal se extienda a todos los ámbitos de la llamada minoridad.

A su vez,  considerar al niño como incapaz, carente de autonomía, de madurez,  orientó el rumbo de las acciones que el Estado desarrolló respecto a él y su familia. El resultado  de esta intervención ha originado,  más  que una protección a la infancia, un proceso de formación  de situaciones de  nuevos y mayores riesgos[iv].

Ante los siguientes interrogantes ¿cómo entender entonces la adolescencia desde la perspectiva de los derechos? ¿Cómo tener una mirada que dé cuenta de la heterogeneidad actual y sobre todo de las desigualdades al interior del grupo?  Kessler sugiere trabajar esta perspectiva desde el concepto de ciudadanía: la que es entendida como el conjunto de prácticas jurídicas, políticas, económicas y culturales que definen a una persona como miembro competente de una sociedad,  la  que tiene  su fuente de legalidad y legitimidad en la titularidad de derechos y que  configura el flujo de recursos accesibles a distintas personas y grupos sociales.

“En la base de la ciudadanía hay una serie de derechos y obligaciones que son implícitamente transmitidos por la edad. La adolescencia puede ser vista, en términos ideales, como el período durante el cual se produce la transición a la ciudadanía, es decir a la total participación en la sociedad.

Por ello, ciudadanía ofrece un marco más útil que adultez para comprender el “producto final” adolescencia. Permite considerar el proceso al mismo tiempo que las desigualdades, dado que mientras los “derechos” ciudadanos se adquieren gradualmente con la edad, el “acceso” al goce efectivo de dichos derechos, -incluyendo la participación total en la sociedad- es determinada en gran medida por las estructuras sociales de desigualdad, tales como la clase social, género, lugar de residencia, discapacidades y desventajas diversas, etc.” (Kessler, G. pág.22)

Este autor señala que, hablar de ciudadanía hoy remite a tomar como punto de partida un modelo que distingue tres elementos de ciudadanía: la ciudadanía civil, la política y la social. A simple vista, este orden cronológico que guardan los tres elementos de la ciudadanía en relación a la historia global, tienen su correlato en el curso de las historias individuales. Algunos derechos civiles, como  el derecho a trabajar o ciertas responsabilidades ante la ley, derecho al voto se alcanzan antes que la mayoría de edad. Luego con la mayoría de edad -21 años- se alcanza la capacidad plena  de ejercicio de algunos derechos políticos. Pero ¿qué sucede con los derechos sociales?  Diversos autores destacan la no linealidad de las distintas esferas de la ciudadanía,

La pregunta ¿cómo se transforma un joven en titular de estos derechos? Existe, en general, cierto consenso  que  sólo con un empleo formal a tiempo completo, puede traer independencia y el derecho a participar de la vida nacional. En Argentina también es válido donde por razones históricas; la mayoría de los derechos sociales se desprenden, justamente de la condición de asalariado. (Kessler, G.)

Esta realidad nos lleva a plantear la cuestión central en la actualidad, cuando el mercado de trabajo está cambiando, y el pleno empleo no es una realidad presente, ni razonablemente futura,  cuando los que están entrando al mercado de trabajo no encuentran ocupaciones, surge el interrogante sobre la posición de los jóvenes en la sociedad. Si no se transforman en asalariados de tiempo completo, ¿cómo y cuándo pueden llegar a ser ciudadanos plenos?[v]

Además del ingreso propio y el acceso a beneficios sociales, la experiencia de trabajo en relación con otras  personas, el vínculo con instituciones que los representaban y la posibilidad de ejercicio profesional a lo largo del tiempo, han posibilitado históricamente la adquisición de aptitudes indispensables para incursionar el mundo del trabajo y ha sido la base de formación de ámbitos de autonomía e independencia,  donde la ciudadanía se iba configurando como principio de identidad y solidaridad colectiva, por un lado y por el otro, como base legítima para la demanda por la titularidad de nuevos derechos y/o por la provisión de aquellos derechos de los que se tiene ejercicio, pero no provisión por parte de aquellos grupos particulares que sufren algún tipo de exclusión. (Kessler, G.)

Mientras se es niño y adolescente, se habla normalmente de posesión de ciudadanía social por intermediación, se accede a los derechos sociales por intermedio de los padres y luego, una vez adulto, por legítimo derecho. Dentro de un modelo de derechos sociales vinculados al trabajo, presupone, que en la familia, haya un adulto,empleado en el mercado formal de trabajo.

Las carencias y desventajas  que en un adolescente pueden ser temporarias, en la adultez posiblemente se transformen en  privaciones y desventajas definitivas.  Por eso la preocupación por la adolescencia vulnerable, radica en la certeza de que ello convierte a sus miembros en  firmes candidatos a ser adultos excluídos. 

La  exclusión puede cobrar distintas formas: hay una exclusión total, asimilable a la imagen de la marginalidad, con toda su carga estigmatizante y perturbadora, mientras que otra, la exclusión relativa que se inspira en Bourdieu (“la miseria del mundo”), lo es a esferas específicas de la vida social (exclusión de los servicios de salud, de la formación profesional, de la vida cultural, de ciertos bienes colectivos, etc.) que sin definir la exclusión total, van conformando una degradación de las condiciones de vida. (Margulis, M.)

La falta de derechos sociales, en términos de su acceso y de su exigibilidad,  particularmente en la adolescencia pobre, potencia los riesgos a los que ésta se enfrenta, la torna más vulnerable. Las situaciones conflictivas casi habituales -que en otros sectores pudieran ser resueltos por sus propios medios o los de su familia-, aquí  viabiliza la intervención del Estado en la esfera privada, debido a las dificultades de las familias pobres para  cumplir con sus roles. (Carencia de contactos institucionales y de una red social eficaz).

La internación se institucionaliza como modalidad típica de intervención ante la infancia/adolescencia  carenciada y/o desamparada, significando la reclusión y separación de su familia, la ruptura de lazos afectivos y comunitarios, la interrupción del proceso de construccón de identidad y de socialización.  

Si la invalidación de algunos derechos impugna la misma noción de ciudadanía, los adolescentes no tienen estatuto de ciudadanos. Se trata de invertir los términos y no quedar ahogados por las demandas socialmente institucionalizadas y propiciadas. Se trata de promover y calificar las demandas adolescentes ubicándolos a ellos como los verdaderos protagonistas, activos y conscientes. (Efrom, R.)

La adolescencia constituye un momento clave en la existencia del hombre, durante el cual se va dando forma a la identidad y al proyecto de vida.

Para muchos jóvenes y en especial para los más pobres, el proceso de ensayo y error que permite ir modelando a la persona durante esa etapa no está acompañado, en general, por dispositivos sociales educativos y recreativos adecuados que permitan desarrollar esta búsqueda.

Se va  conformando un vacío que los coloca en una situación de gran vulnerabilidad, al borde de la exclusión. Esta situación  conduce a la pasividad,  pero también  se puede instrumentar reactivamente con mecanismos opuestos, de ahí las diferentes modalidades de actuación y violencia.

“...la exclusión lleva a la anomia, al borramiento de las referencias identificatorias, incluso a la falta de sentido de la misma existencia”. “...La exclusión destroza las posibilidades de singularización,  de ser cada uno sujeto de un proyecto genuino gestado desde el propio deseo. De ahí la necesidad de promover demandas subjetivantes, singularizadoras, activantes y emancipadoras”. (Efrom, R. p.17)

Reconocer  la singularidad social y cultural de los sujetos, y de sus posibilidades de interacción -ver a los jóvenes  como sujetos-  y de construcción conjunta de la sociedad; identificar el conflicto que surge del establecimiento de la diferencia, como explicación del movimiento social, y como naturaleza de las relaciones entre sujetos sociales;  asumir la pertinencia de construir representaciones del conflicto adecuadas, como base del diálogo entre sujetos sociales. Adoptar para la resolución del conflicto estrategias definidas por el civismo, como fundamento de la democracia, pueden constituir las bases de una nueva ética y práctica social e institucional alrededor de la cuestión de los jóvenes.


 

 

REFERENCIAS

  

* Licenciada en Antropología Social, ENAH México. Ex-becaria de CONICET y CONICOR. Investigadora por concurso del Centro de Investigaciones Jurídicas y Sociales, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales . Doctorando de la Facultad de Filosofía y Letras de la U.B.A. Coordinadora del Seminario de Investigación sobre los Derechos del Niño – CIJS. Coordinadora Académica del CIJS.


 

 

NOTAS

[i] Para profundizar la situación temática de la “situación irregular” véase  “los menores de  ayer-los niños de mañana” de la autora, en Anuario 1993 Centro de Investigaciones Jurídicas y Sociales.

[ii] El trabajo de Szulik, Dalia y Silvia Kusañosk “Los extraños de pelo largo”, en la cultura  de la noche, las autoras avanzan  sobre la diferencia de experiencia  de éstos jóvenes respecto de la generación de sus padres.

[iii] Las discotecas, como  imagen  del estigma  son señaladas por  M.Margulis,  como lugares de exclusión.

[iv] Sobre esta cuestión, puede ampliarse su conceptualización en  Bisig, E. y Laje, M.I. “Adminstración de Justicia en Menores, nuevos y mayores riesgos”, en Nueva Sociedad No. 129.

[v] Offe señala  justamente que el único objeto que justifica históricamente la política social del Estado, es el logro de  la inclusión en el Mercado de  Trabajo.


 

 

BIBLIOGRAFIA

 

BISIG, Elinor y LAJE, María Inés. 1994. “Administración de justicia en menores, Nuevos y mayores riesgos. Infancia y Vejez,  Castigo y Margen. Nueva Sociedad No.129. Caracas, Venezuela.

EFROM, Ruben, S/F. “Subjetividad y Adolescencia”, en ¿Por qué la adolescencia?  Artículo sin publicar, Unicef /Argentina.

KESSLER, Gabriel. S/F  “Ciudadanía y Adolescencia”, en ¿Por qué la adolescencia?  Artículo sin publicar, Unicef Argentina.

LAJE, María Inés. 1993. “Los menores de ayer - Los niños de mañana”, en Anuario, Centro de Investigaciones Jurídicas y Sociales, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, U.N.C. Editorial Advocatus, Córdoba.

LIEBEL, Manfred. 1992. Mala Onda. La juventud popular en América Latina. Ediciones Nicarao, Nicaragua.

MARGULIS, Mario y otros (1994) La cultura de la noche. Vida cotidiana de los jóvenes en Buenos Aires. Edit. Espasa Hoy,  Buenos Aires.

OFFE, Clauss. 1990. Contradicciones en el Estado de Bienestar. Alianza Editorial, México.

SZULIK, Dalia y  KUASÑOSKY, Silvia.  1994. “Los extraños de pelo largo. Vida cotidiana y consumos culturales”. En Margulis, Mario y otros, La cultura de la noche. Espasa Hoy. Buenos Aires.


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