Estudos Sociedade e Agricultura

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Francisco Entrena Durán

Viejas y nuevas imágenes sociales de ruralidad


Estudos Sociedade e Agricultura, 11, outubro 1998: 76-98.

Resumen: (Viejas y nuevas imágenes sociales de ruralidad). Frente a las tendencias a rechazar la ruralidad y a la consideración más o menos peyorativa de la imagen de la misma, que fueron preponderantes en el desarrollo del pensamiento sociológico, contrastan las presentes propensiones hacia su revalorización. Este cambio está relacionado con las actuales crisis de identidad e incertidumbres del ámbito y el paradigma urbano-industrial, cuya paulatina globalización y crecientes intromisiones sobre algunas ruralidades específicas están dando lugar a una gradual heteronimia y desterritorializacíon de éstas. Desterritorialización significa aquí que las decisiones e intereses que conforman la ruralidad cono un entrono vital y socioeconómico local específico se desarrollan, sobre todo, en contextos externos y, con frecuencia, bastante distantes de ella.

Palabras clave: la nueva ruralidad; crisis urbano-industrial; globalización, desterritorialización.

Abstract: (Old and new images of rurality). In contrast to the tendency to reject of rurality or to show a more or less pejorative image of it, which were preponderant throughout the development of sociological thought, we are now seeing trends toward a reassessment of rurality. This change of image is related to the present crises of identity and uncertainties of urban-industrial scopes and paradigms, whose gradual globalization and growing interference over some specific ruralities are giving place to their gradual heteronym and deterritorialization. By Deterritorialization the author here means that the decisions and interest which shape rurality as a socio-economic and vital specific local environment are developed, above all, in external contexts which frequently are quite distant and outside of their control.

Key words: Valuation of Rurality; Urban-industrial crisis; Globalization; Deterritorialization.

Franciso Entrena Durán  é professor do Departamento de Sociología da Universidade de Granada, Espanha.


 

Introducción

Ruralidad es una palabra polsémica y no específica que sugiere una considerable diversidad de imágenes cuando es mencionada.  que se alude unas veces a un concepto especial y otras a rasgos cono la calidad de vida, ciertas pautas socioeconómicas o determinados valores. Existen diferentes maneras de definir la ruralidad, centradas, respectivamente, en  lo socio-cultural, en lo ocupacional o en lo ecológico (Ceña, 1992: 14-18).

Habría que distinguir entre "rural" y "ruralidad", de tal forma que el primero hace referencia a un particular medio geográfico y ka segunda a una cultura o forma de vida vinculadas a dicho medio. Sin embargo, en este texto se opta por ignorar esta distinción. La gran diversidad de medios geográficos, entornos paisajísticos, situaciones socioeconómicas y socioculturales que, histórica y territorialmente, presenta la ruralidad merman severamente la credibilidad de cualquier tentativa de generalización acerca de ella. Por lo tanto, toda definición abstracta de la ruralidad resultará siempre fácilmente contradicha al contrastarla con ruralidades espacio-temporalmente concretas.

Conociendo tales problemas, el propósito de este artículo no es elaborar una definición de ruralidad, sino reflexionar acerca de los cambios en  las imágenes socioculturales de ella Tanto sus viejas cono sus nuevas imágenes son entendidas aquí cono realidades socialmente construidas o reconstruidas dentro de contextos históricos o territoriales determinados. En definitiva, la ruralidad es una construcción social contextualizada en unas coordenadas temporales o espaciales específicas. Cono cualquier otra construcción social, la ruralidad tiene una naturaleza reflexiva; es decir, es el resultado de acciones (o está condicionada por ellas) de sujetos humanos que tienen la capacidad de interiorizar, debatir o reflexionar acerca de las circunstancias y requerimientos socioculturales que en cada situación espacio-temporal se les presentan. La naturaleza reflexiva de la ruralidad se manifiesta en su capacidad para adoptar los influjos de las acciones socioeconómicas endógenas e exógenas que interfieren sobre ella y para adaptarse a los efectos de esas acciones.

En consecuencia, se experimenta un alto grado de mudanza en las imágenes de la ruralidad, que se patentiza en este trabajo tanto territorial cono históricamente. Así, mientras que en el contexto estadounidense hasta los años sesenta del siglo XX permaneció en vigor la teoría del continuun rural-urbano, que, cono se verá, tendía a idealizar la ruralidad, en  el ámbito europeo occidental se han experimentado "viajes de ida y vuelta" a ella; es decir, tendencias a la desruralización y a la ruralización, así cono a la consiguiente deconstrucción o devaluación  y revalorización sociocultural o intelectual de la ruralidad.  Los cambios en las valoraciones culturales de la ruralidad serán analizados en las páginas siguientes, tanto en lo que respecta a los distintos puntos de vista teóricos con respecto a ella, cono en lo referente a las variaciones en la percepción cultural (social y/o institucional) acerca de su naturaleza, de su uso y funciones. Al fin y al cabo, dichos puntos de vista están más o menos condicionados por tal percepción o contribuyen, de alguna forma, a reproducirla.

 

Las viejas imágenes de ruralidad: entre el entusiasmo por el progreso urbano-industrial y la nostálgica visión del agro tradicional

Durante el pasado siglo y bastantes años del presente, la perspectiva dominante en  Europa ha sido la de aquellos grupos sociales o intelectuales partícipes de una acrítica esperanza en  la idea de progreso, entendido cono tránsito hacia niveles cada vez más altos de civilización, que implicaba la paulatina superación de una sociedad tradicional fundamentalmente rural, es decir, una creciente desruralización. Para tales grupos, la ruralidad solía ser percibida cono la expresión de un mundo tradicional preindustrial y culturalmente atrasado que había que superar en aras de la industrialización, la modernización y la urbanización de la totalidad de la sociedad.

En consonancia con el punto de vista dominante cuando escribieron sus teorías, algunos clásicos del pensamiento sociológico tan significativos cono Conte, Spencer o Marx dedicaron, comparativamente, poca atención a la agricultura y a la vida rural, concentrando sus anteojos culturales urbano-industriales, tanto el pensamiento de la "derecha" cono el de la "izquierda", solían coincidir en  menospreciar la ruralidad, a la que consideraban, de manera despectiva, cono el escenario de unas formas de vida y de producción incultas, arcaicas e ineficaces.1

En contraste con el pensamiento dominante en su tiempo, Ferdinad Toënnies mostró sus dudas frente al progreso moderno-industrial. En sus escritos se manifestaba una nostálgica visión del agro tradicional. La aportación de Toënnies sirvió, posteriormente, de base para la construcción de una de las  primeras contribuciones significativas de la sociología rural: el enfoque del continuun rural-urbano. La tipología geneinschaft/gesellschaft de este autor es, sin duda, un instrumento para mostrar el paso de una sociedad rural tradicional, en la que preponderan los vínculos primarios, a otra moderna urbano-industrial en la que destacan los de naturaleza societaria.

La visión de Toënnies era pesimista y claramente desvinculada del optimismo, con. respecto al progreso moderno-industrial, característico de otros pensadores decimonónicos cono Conete, Spencer o Marx, al mismo tiempo que coincidente con el punto de vista de algunas inquietudes y fenómenos sociales, más o menos añorantes y mistificadores del pasado, típicos del período que le tocó vivir. Los populismos ruso y norteamericano son dos de tales fenómenos sociales, en los que se manifestaba un rechazo al pensamiento moderno urbano-industrial entonces dominante, frente a cuya imagen negativa de la ruralidad ellos contraponían una imagen positiva de la misma acorde con su actitud favorable a la conservación de los valores y a las formas de vida y socioeconómicas del agro tradicional.

Sin embargo, a pesar de este rechazo y de las dudas mostradas por Toënnies y otros autores (entre ellos, el propio Weber) con respecto a la idea del progreso moderno urbano-industrial, hasta bien avanzado el siglo XX no entró en declive esa idea en la sociedad europea occidental. Durante todo este tiempo, la cultura dominante tendía a valorar negativamente la ruralidad, percibida cono un estadio sociocultural y económico atrasado y subdesarrollado que era preciso superar en aras del progreso modernizador. Cono se mostrará más adelante, esta visión de la ruralidad es común a las teorías de la modernización y a las perspectivas críticas con respecto a ella. No sucede así con el enfoque del continuun rural-urbano.

 

El populismo norteamericano y el enfoque del continuun rural-urbano

Frente a la imagen dominante en Europa acerca de la ruralidad cono un ámbito social inculto, marginal y subdesarrollado, en los Estados Unidos prevalecieron unas actitudes tendentes a defender la integridad de las características de la vida rural. En gran medida, ello se debe a la considerable extensión y fortaleza de la sociedad rural de aquel país, lo que, a su vez, explica el fuerte arraigo que en ella experimentó el populismo a finales del siglo XIX entre propietarios y trabajadores agrícolas (Ianni, 1975:35). En aquel tiempo, el sector capitalista de la economía agraria estadounidense  experimentaba una crisis de superproducción, a la vez que, paralelamente a ello, disminuía su importancia relativa y absoluta frente al capital industrial, comercial y financiero. La retórica y la ideología de este populismo mostraban una pretensión de conservar las que se consideraban cono saludables cualidades de la sociedad rural contra la debilitación que introducían  en ella fuerzas sociales extrañas. Su finalidad era impedir la desintegración de las comunidades campesinas y el deterioro del modo tradicional de vida agrario, así cono preservar una identidad rural autónoma (Newby y Sevilla-Guzmán, 1983:26). Se trataba, en definitiva, de una acentuada  preocupación por mantener los valores jeffersonianos de la comunidad y de la democracia que eran asociados a la ruralidad tradicional.

Los populistas norteamericanos consideraban la tierra cono la más importante fuente de riqueza y de bienestar social, a la vez que se lamentaban de los "parásitos" y de los "ladrones" que controlaban el comercio, las finanzas y el aparato del Estado, en perjuicio de los que "de verdad trabajaban y producían". Su peculiar negación de la economía del laissez faire abogaba por una intervención estatal en los asuntos económicos, en especial los relacionados con el capital financiero, que era percibido cono una vía por la que se evadían gran parte de los beneficios obtenidos en la agricultura. El agricultor tenía que soportar una serie de políticas impositivas y arancelarias, y, aunque sujeto a un sistema de producción  organizado en multitud de pequeñas unidades que funcionaban a costes fijos, debía efectuar sus ventas en un mercado cada vez más competitivo. Sus exportaciones contribuían  a sufragar el capital importado preciso para la financiación de la industria norteamericana, y su trabajo producía los alimentos que nutrían a los obreros industriales a un precio cada vez más bajo. Por todo ello, a medida que transcurría el tiempo, el agricultor  veía cono sus ganancias no estaban en proporción con lo que él percibía que era su aportación al crecimiento nacional (Hofstadter, 1969: 19-20).

El enfoque del continuun rural-urbano, que estuvo en vigor en los Estados Unidos hasta los años  sesenta del siglo XX, manifestaba, las idealizaciones de la ruralidad características del populismo agrario que tanto arraigó en aquel país. Estas idealizaciones llevaron a Sorokin y a Zimmerman, artífices en la segunda mitad de los veinte de dicho enfoque, a evocar la imagen de unos campesinos felices cantando por el campo (Newby y Sevilla-Guzmán, 1983:40 y ss.). El objetivo de estos autores era elaborar un modelo analítico que les permitiera establecer las diferencias entre las comunidades urbanas y las rurales de acuerdo con una serie de variables cono empleo, medio ambiente, tamaño, demografía, etc.

El enfoque del continuun rural-urbano fue, durante el tiempo que permaneció en vigor, el marco teórico más importante para la investigación de la sociología rural desarrollada en ese período. No obstante, después de la Segunda Guerra Mundial se fue desacreditando poco a poco. En gran medida, esto es debido a que tal enfoque se basó en una alteración del significado de los conceptos de geneinschaft y gesellschaft, concebidos por Toënnies, más que con sistemas sociales reales, cono modos de relación social que se manifiestan en distintos grados en todos los tipos de estructuras y organizaciones sociales. Cono consecuencia de esto, las categorías geneinschaft y gesellschaft dejaron de ser consideradas cono meras herramientas de análisis y fueron vistas cono si fueran estructuras sociales reales de determinados modelos de asentamiento,  cuyas características podían ser examinadas y clasificadas. En concreto, la geneinschaft que identificada con el pueblo rural y la gesellschaft con la ciudad. El propio Toënnies fue, en parte, responsable de esta tergiversación cuando adoptó un  punto de vista arcadiano de la vida rural de su tiempo, en la que a su juicio la geneinschaft se manifestaba de manera más fuerte y viva. 

 

Según el enfoque del continuun rural-urbano, el paso de una comunidad rural a otra urbana se lleva a cabo de manera gradual, de tal modo que entre lo  urbano y la ruralidad no hay una ruptura, sino una continuidad. No obstante, en opinión de Zimmerman y Sorokin, existen unas características que marcan el contraste entre la sociedad urbana y la rural. Frente a los vínculos de índole secundaria de la primera, en la segunda predominan el trabajo agrario, a baja densidad de población, la escasa diferenciación y movilidad social, los lazos personales de naturaleza primaria y otras de las características que se integran en el concepto de geneinschaft.

Posteriormente, Redfield modificó el enfoque del continuun rural-urbano y usó la expresión The Folk Society en lugar del término rural. El trabajo de Redfield  manifestaba también estereotipos acerca de la ruralidad. Desde luego, la valoración de la ruralidad de este autor no coincide con la de sus predecesores Sorokin Y Zimmerman. Frente a la idealizada visión de éstos, Redfield tipifica despectivamente la ruralidad cono inculta y hace referencia a ella con calificativos cono aislada, pequeña escala, agraria, homogénea y con un fuerte sentido de la solidaridad grupal. En suna, seguían presentes en la remodelación del enfoque del continuun-urbano hecha por Redfield las dicotomías que presuponían un contraste absoluto entre la ruralidad y lo urbano.

En un estudio, llevado a cabo en Tepoztlan (México) por Lewis (1949), se comenzaron a cuestionar los fundamentos del enfoque  del continuun rural-urbano. Redield hacía referencia a la ruralidad cono una comunidad homogénea, sin problemas, con alta integración, feliz, estable, armoniosa. Sin embargo, las investigaciones empíricas de Lewis (1953, 123) evidencian: " el individualismo latente en las instituciones y en el talante de Tepoztlan, la ausencia de cooperación, las tensiones entre las distintas aldeas, impregnadas de miedo, envidia y desconfianza en las relaciones interpersonales".

 

La utilidad del enfoque del continuun rural-urbano fue puesta definitivamente en entredicho por las investigaciones de Pahl. Partiendo de una serie de dados procedentes de estudios empíricos sobre comunidades hechos en Estados Unidos y en Europa, este autor consiguió demostrar que , lejos de existir un único continuun entre la geneinschaft y la gesellschaft pueden encontrarse relaciones sociales de ambos tipos en las mismas localidades. Por este motivo, sostenía que no es correcto vincular formas de relación social a ámbitos espaciales específicos. Las observaciones de Pahl son aún más acertadas si se las ubica en el contexto de las globalizadas sociedades de hoy. En éstas la ruralidad se manifiesta o anhela en espacios urbanos de la misma forma que se urbaniza socioculturamente cada vez más la sociedad rural.

 

Las teorías de la modernización

A partir de los cincuenta, el declive del enfoque del continuun rural-urbano dió lugar al paulatino afianzamiento de las teorías de la modernización cono instrumentos para el estudio y puesta en práctica de los cambios que se suponía debía experimentar el agro tradicional. Tales teorías manifestaban también las dualidades características del enfoque  del continuun rural-urbano. Desde su perspectiva, la ruralidad solía ser considerada despectivamente cono un estadio social y económicamente atrasado que era necesario superar, es decir, modernizar. Para este fin, tenían que ser difundidas en el medio rural las pautas socioeconómicas, las formas de vida y la cultura urbano-industrial.  Ésta era concebida etnocéntricamente cono el paradigma de desarrollo y de civilización frente a la ruralidad, considerada cono paradigma  de atraso y subdesarrollo. Se legitimaba, de este modo, una forma de entender el desarrollo de la ruralidad que implicaba, ineludiblemente, su necesaria desruralización y asimilación a la sociedad urbana.

Dentro de la perspectiva de la modernización, a la cultura de la ruralidad le han sido atribuidas por Rogers Y Svenning (1973) característica como: relaciones personales de desconfianza mutua, percepción de que lo bueno es algo limitado, relaciones de dependencia y hostilidad con respecto a la autoridad gubernamental, familismo, ausencia de espíritu innovador, fatalismo, aspiraciones limitadas, ausencia de dilación de las satisfacciones, visión limitada del mundo, escasa empatía. En contraposición, el modo de vida urbano ha sido definido con pecualiaridades cono las siguientes:

Anonimidad del comportamiento social, compleja división del trabajo, gran heterogeneidad de pautas culturales, de valores y de comportamientos, relaciones sociales más impersonales y formalizadas, mayor importancia de los símbolos de estatus, mayor movilidad social, papeles sociales segmentados, diferencias de clase, relaciones predatorias, énfasis en el tiempo, sustitución de la familia extensa por la nuclear, más participación  de la mujer en la población activa, unidades de vivienda múltiples, complejidad, tolerancia, superficialidad, baja natalidad,  comercialización, liberalismo, automatización, alfabetismo, creatividad, actividad de suficiencia, estereotipos, actitud crítica, utilitarismo, controles formales, espacio ocupacional intenso, participación social, transitoriedad, individualismo, objetividad y practicalidad (Díez Nicolás, 1972:204).

Todo esto es evidencia de una visión ahistórica y descontextualizada de la ruralidad y de lo urbano. De hecho, algunas de las características atribuidas a la primera están también presentes en lo urbano, y viceversa.

En suna, análogamente a cono se hizo desde el enfoque del continuun rural-urbano, las teorías de la modernización también cayeron en el error de identificar unos determinados rasgos sociales con un ámbito espacial específico. Asimismo, las dicotomías de tales teorías dificultaban su comprensión de la dialéctica de mutua intercomunicación e ínter influencia  entre la ruralidad y lo urbano manifestada en cualquier proceso de cambio social rural.

 

Teorías críticas de la modernización

Entre estas teorías destacan la tesis del intercambio desigual de Amin (1974) y Frank (1970), las teorías de la dependencia de Cardoso y Faletto (1969) y las del centro-periferia de Wallerstein (1984). El objetivo central de estos enfoques era estudiar las causas de la persistencia del subdesarrollo o de las grandes dificultades para salir de él. Con este fin resaltaban la naturaleza desigualitaría de las estructuras y relaciones socioeconómicas existentes entre las sociedades subdesarrolladas y las desarrolladas.

Cuando se aplican estas perspectivas al medio rural, se resaltan las desiguales relaciones entre el medio urbano-industrial y la ruralidad , que consecuentemente es percibida cono un área periférica o dependiente de intereses de grupos o clases ajenos a ella (Newby y Sevilla-Guzmán, 1983:109 y ss.).

El enfoque del continuun rural-urbano y las teorías de la modernización tenían una visión dicotómica del cambio social. De acuerdo con ésta, el tránsito de la ruralidad a la sociedad urbano-industrial era percibido cono una especie de salto de la primera a la segunda. En contaste con esto, las perspectivas críticas de la modernización concebían dicho tránsito  como un proceso dialéctico, en el que se manifiesta la interrelación, interinfluencia e interdependencia de la ruralidad y lo urbano-industrial, así cono la posición asimétrica y subordinada de la primera con respecto a lo segundo. No obstante, tales perspectivas seguían considerando peyorativamente la ruralidad cono símbolo de lo atrasado, lo cateto y lo inculto (Loring, 1992:267). Más que por sus características intrínsecas, la ruralidad era explicada en función de sus carencias y rezagos con referencia al paradigma de progreso que constituía el entorno urbano-industrial. De acuerdo con el standard de bienestar de éste, eran construidos (¡y se siguen construyendo en muchos casos!) los indicadores socioeconómicos de desarrollo y de mejora de la calidad de vida de la ruralidad. En definitiva, el enfoque del continuun rural-urbano, las teorías de la modernización y las perspectivas críticas con respecto a éstas tenían en común una visión  etnocéntrica, unilineal y ascendente del proceso histórico. Éste era concebido cono continuo progreso hacia la sociedad urbano-industrial, cuyo paradigma europeo-occidental era considerado cono la culminación del proceso civilizador. Idea de progreso que estaba presente en casi todos los clásicos del pensamiento sociológico y, en cierto modo, continuó legitimando la mayoría de los sucesivos desarrollos teóricos de la Sociología rural.

En gran medida, las dicotomías sociológicas clásicas entre la ruralidad y lo urbano-industrial reflejaban la realidad existente cuando fueron elaboradas, pues entonces la ruralidad tradicional solía constituir un espacio cuyas formas de producción y estilos de vida se diferenciaban, o contrastaban claramente, con respecto a sus equivalentes urbanos. Desde el punto de vista de tales dicotomías, la ruralidad solía ser percibida cono una entidad homogénea y localista. Ciertamente, el orden social en el que desarrollaba la vida cotidiana de la mayoría de la población de muchas de las sociedades agrarias tradicionales solía ser una especie de entidad autárquica, un microcosmos cerrado que se bastaba a sí mismo en el plano socioeconómico, institucional y cultural.

En nuestros días se ha producido una superación histórica de las condiciones que daban lugar a esa imagen de la ruralidad  en las sociedades tradicionales. Éstas, habitualmente, experimentaban en el transcurso del tiempo muy pocos cambios, salvo cuando excepcionalmente sobrevenía una crisis profunda, muchas veces producida por influencias exógenas. Los pueblos campesinos desarrollaban soluciones para los problemas de producción de alimentos, de supervivencia en un mundo hostil, de reproducción y de diversión según las posibilidades que les proporcionaba su cultura. Muy a menudo, tales soluciones fueron bastante estables y permanecieron durante centurias, o incluso milenios, sin apenas experimentar cambios (Chirot, 1994:37).

Sin embargo, es muy probable que ni siquiera en las altamente estables sociedades agrarias del pasado haya existido nunca en toda su pureza un prototipo de sociedad rural completamente autárquica. Sea cono fuere,  ya no parece posible encontrarlo en ninguna parte de esta mundializada y súper urbanizada sociedad global, en la que, de una u otra forma y en mayor o menor grado, se hallan insertas casi todas las presentes manifestaciones de la ruralidad. En esta sociedad, par un creciente número de gente, la cuestión de las actuales relaciones entre la ruralidad y lo urbano no es una elección entre la primero o lo segundo, sino una combinación entre estos dos elementos cono interconectados y constitutivos de diferentes facetas de la vida (Mormont, 1990).

 

Del declive de la idea del progreso hacia unas nuevas imágenes de ruralidad en el contexto de la globalización

Mientras prevaleció una idea del progreso cono creciente urbanización y modernización, la ruralidad tradicional era percibida cono la manifestación de una sociedad  sumida en el atraso y en una economía agraria de mera auto subsistencia, carente de medios instrumentales eficaces para enfrentarse con éxito al entorno, a los imprevisibles ciclos climáticos, a las tempestades y demás fuerzas de la naturaleza. El entusiasmo que entonces suscitaban entre muchos esa idea del progreso y / o de la modernización se explica por los profundos cambios socioeconómicos que ello solía llevar aparejado. Cambios que se traducían en una creciente diversificación ocupacional y un aumento de las oportunidades de encontrar empleo, tanto dentro cono fuera de las sociedades rurales. Cono consecuencia de ello, se experimentaba una progresiva quiebra de aquellas relaciones de clase y de dominación de los grupos sociales (principalmente, los terratenientes) que basaban su posición hegemónica en el agro en el hecho de poseer o controlar la organización y distribución productiva del recurso que entonces constituía la principal fuente de riqueza y de empleo: la tierra. El resultado de todo esto ha sido la gradual erosión de las viejas estructuras de poder y formas de dominación local, la salida del inmovilismo, la superación de las limitaciones a la movilidad social y de otras rigideces sociales del mundo rural tradicional, y, sobre todo, un crecimiento económico que ha posibilitado la superación de la escasez, más o menos agravada cíclicamente, en la que solía estar sumido dicho mundo. La consideración de los profundos cambios socioeconómicos antes referidos contribuye explicar esa imagen negativa de la ruralidad tradicional característica de los artífices o entusiastas del progreso urbano-industrial. Pero, es obligado reconocer que hay han existido muchas formas diferentes de sociedad rural y que ésta no fue siempre tan limitante para los sujetos en ella inmersos cono se sugiere en el párrafo anterior; incluso, a veces, tuvo un marcado equilibrio comunitario que fue drásticamente roto cono consecuencia de los procesos de modernización capitalista.2 Sin embargo, incluso en estos casos, podemos observar la existencia de una serie de problemas socioeconómicos (distintos en cada caso específico) que nos lleva a constatar que la realidad del agro tradicional suele tener muy poco que ver con las mistificaciones de la misma que hoy orientan los anhelos de algunos desencantados, en cierto modo, nostálgicos y deseosos de retornar a una especie de arcadia feliz mítica. En suna, desde una perspectiva analítica rigurosa, ni la mitificación falseadora de la ruralidad tradicional ni el desmedido y acrítico entusiasmo por el progreso urbano-industrial resultan admisibles. Las visiones unilineales de tal progreso han sido convincentemente superadas por posteriores enfoques multilínea les de la evolución social desarrollados en el siglo XX, cono por ejemplo el de Steward.3  En la sociedad actual sabemos que en el proceso histórico "no es en absoluto seguro que exista una tendencia lineal - hacia arriba, hacia abajo o hacia delante. Quizá la línea de tendencia sea desigual, o quizá indeterminada" (Wallerstein, 1991:254). Las apelaciones al reencuentro con la naturaleza, a la armonía con el entorno, a la calidad de vida y al respeto del medio ambiente manifestadas a través de las nuevas imágenes de la ruralidad evidencian la crisis de la idea de progreso continuo y sin límites que alentara los procesos de industrialización, modernización y urbanización durante siglo XIX y gran parte del XX. Los planteamientos desarrollistas de esta idea se sustentaban en una engañosa "metáfora del crecimiento" que presuponía la analogía entre el cambio en la sociedad y los procesos de crecimiento de un organismo individual (Nisbet, 1969: 166). La crisis de la idea de progreso tiene lugar en el contexto de una creciente globalización. La palabra globalización se refiere al hecho de que todos los procesos y problemas experimentados por las entes se hallan insertos en le contexto de una única sociedad a escala planetaria (Albrow, 1990: 9). La globalización da lugar a una sociedad mundial cada vez más estandarizada socioculturalmente y sujeta a una acelerado ritmo de circulación de mensajes e ideas. Esto propicia el típico relativismo e incertidumbre de nuestra era. 

En estas circunstancias, se están experimentando procesos de ruralización. Frente a los que propugnan o presuponen el fin de la ruralidad, cada vez son más las iniciativas oficiales, o más o menos espontáneas por parte de diversos movimientos socioculturales, que reivindican o practican una cierta revalorización o vuelta a la ruralidad. Con el término ruralización se hace referencia aquí a la difusión y gradual asimilación en un medio determinado de pautas de comportamiento, sistemas de valores, actividades ocupacionales y actitudes hacia el entorno consideradas cono rurales (Starosta, 1994:66 y 70). Cono resultado de esto, se están produciendo y expandiendo unas nuevas imágenes de ruralidad, que tiende a ser valorada positivamente. Todo esto está relacionado con la crisis de identidad del ámbito urbano-industrial, sumido en la crisis de la posmodernidad. En cierto modo, las nuevas imágenes sociales de ruralidad, manifestadas en los anhelos de la conciencia colectiva o en los actuales proyectos de las políticas agrarias, expresan sentimientos urbanos de nostalgia de un mundo tradicional agrario perdido. Los procesos de elaboración social de tales imágenes podrían ser tipificados cono "experimentos de neorruralismo por parte de urbanícolas desengañados" (Moya, 1991:101). Éstos, al tratar de reavivar y retornar a supuestas arcadias felices pretéritas, acaban añorando o colaborando en la construcción de una especie de interesada invención de la tradición (Hobsbawm y Ranger, 1992). Invención que suele manifestarse en la proliferación de un folklorism, unas simbologías y unos rituales artificialmente fomentados y dirigidos desde distintas instancias oficiales, movimientos colectivos o grupos socioeconómicos urbanos, mediante los que, entre otros fines, se trata de incitar al turismo rural a una hastiada población urbana ávida de experimentar nuevas sensaciones. Los colectivos urbanos que crean o se dejan seducir por tales experimentos suelen olvidarse, de que la historia no se repite y actúan imbuidos por un cierto "fundamentalismo" que reclama algo así cono el reavivamiento de un mundo rural irremisiblemente desaparecidos, que además, habitualmente, no fue en realidad tal y cono es añorado.

La construcción social, imaginaria o real, de dichas imágenes anheladas de ruralidad tradicional, incluso aunque éstas nunca hayan existido, contribuye, sin duda, a crear un referente para la crítica social contra el sistema establecido. Pero, también, las nuevas imágenes de ruralidad pueden servir para legitimar las expectativas sociales de cambio generadas por las presentes políticas de desarrollo rural y / o de reestructuración funcional del agro. Tales políticas se están poniendo en plática en un contexto de gradual relegación de los criterios tecnocráticos productivitas que fueron característicos del capitalismo "liberal" y del estatalita del "socialismo real". En esta situación se está afianzando una tendencia a optar por valores posmaterialistas que enfatizan la calidad productiva en detrimento de la cantidad y del productivismo (Inglehart, 1991). En suna, estamos presenciando el paso gradual del tránsito del fordismo al posfordismo. Más que cono espacio de producción agraria, la ruralidad tiende a ser concebida, cada vez más frecuentemente, cono un entorno cuyas condiciones medioambientales es preciso conservar, cono un ámbito de consuno o esparcimiento para el ocio de los habitantes de las ciudades (Oksa y Rannikko, 1996:5 y ss.) Un ámbito, en el que éstos suelen encontrar una situación más propicia que en su competitivo y más formalizado relacionalmente medio urbano cotidiano para desarrollar actividades y satisfacer necesidades o anhelos vitales de convivencia, reciprocidad vecinal, relaciones primarias, aire puro o paisaje y espacios abiertos. En este sentido, las nuevas formas de concebir la ruralidad pueden ser entendidas como construcciones sociales tendentes a simbolizar distintas alternativas a las insatisfacciones y aspiraciones de muchos de los actuales urbanos. Tradicionalmente, tanto para éstos cono para muchos de los propios pobladores del agro, la ciudad ha constituido, con frecuencia, un símbolo de libertad, de desarrollo, de civilización, un lugar que posibilitaba el pluralismo, una gran variedad de etilos de vida, mientras que el medio rural fomentaba el autoritarismo, el tradicionalismo, el conservadurismo y la ignorancia. Este punto de vista tiende a invertirse en el presente, de tal forma que hoy bastantes urbanos tratan de encontrar en la ruralidad ámbitos socio espaciales abarcables e idóneos para la realización de su identidad individual y colectiva en un mundo cada vez más globalizado, imprevisible e inabarcable.

Las nuevos paradigmas de ruralidad buscados por la población de las sociedades urbano-industriales avanzadas carecen de ubicación especial precisa y de unas características específicas, tal y cono sucedía con la ruralidad tradicional. De hecho, cualquiera de los espacios en los que se afianzan o suelen ser situados están siempre más o menos urbanizados socioculturalmente, y además, por lo usual, son construidas en función de demandas materiales o existenciales urbanas (Marsden y Murdoch, 1994) De ahí, que hoy tienda a manifestarse la ruralidad cono una mera construcción social , cuya vinculación a un territorio no está ya tan clara cono tradicionalmente pudo estarlo.

Pero, la actual revaloración de la ruralidad tiende lugar de manera paralela a la creciente agudización de la crisis del medio rural. Sus pobladores experimentan procesos, problemáticas y sentimientos de incertidumbre, desconcierto, anomia o impotencia para controlar los cambios y los procesos globales en los que se ven inmersos similares a los del resto de los habitantes de otros sectores sociales y productivos de la urbanizada sociedad global mundial de la que forman parte. La ruralidad tradicional cono una sociedad con rasgos propios y claramente desvinculada de lo urbano o contrapuesta a ello es ya historia pasada. Hoy se ha consumado  la práctica total colonización del mundo de la vida del medio rural por parte del sistema global urbano orientado por la racionalidad científico-tecnológica y burocrática. 4

Esto no impide que en las presentes sociedades avanzadas puedan seguir constatándose significativas diferencias socioculturales entre determinados entornos rurales y lo urbano. Pero, en general, en nuestros días la ruralidad tiende a mostrarse cono una mera construcción social, cuya imagen tradicional cono una sociedad con rasgos propios y vinculada a un territorio es ya virtualmente una hecho del pasado tradicional. Cuanto mayor es el grado de racionalización, rutinización y planificación de la casi enteramente urbanizada sociedad global, mayor es también la necesidad de construir o soñar paradigmas de órdenes sociales alternativos no sujetos a su lógica de racionalidad de funcionamiento. Tales paradigmas sirven de referentes para huidas reales o simbólicas de dicha sociedad, en la que está sumido en una profunda crisis el antropocentrismo moderno, y se están replanteando los viejos modelos de funcionamiento y regulación de la dinámica social.

Las excursiones al campo, los veraneos en él y otras nuevas formas de vuelta a la ruralidad parecen contribuir a mejorar la adaptación funcional de ciertos grupos o individuos que, de este modo, encuentran una vía de evasión, una terapia ocasional y más o menos cíclicamente repetida para soportar mejor las, generalmente tediosas, rutinas de su hiperracionalizada y planificada cotidianeidad urbana. En otras palabras, las nuevas formas de concebir la ruralidad, por parte de estos individuos o grupos, pueden ser entendidas cono construcciones sociales de los urbanos tendentes a simbolizar distintas alternativas a sus insatisfacciones y e aspiraciones vitales.

Para otros, cono diversos movimientos ecologistas más o menos críticos, el retorno a la ruralidad constituye una alternativa, una especie de vuelta a un paradigma anhelado o prometido de vida y de sociedad, en aras de cuya consecución o materialización afrontan la crítica del status quo presente e, incluso, llegan a movilizarse contra el mismo. Desde este punto de vista, la ruralidad es reivindicada no sólo cono un espacio para apropiarse de él, sino también cono una forma de vida o un modelo alternativo de sociedad inspirador de un proyecto colectivo con el que enfrentarse a los problemas sociales y económicos del mundo contemporáneo (Mormont, 1987). Paradójicamente, la actual revalorización de la ruralidad tiene lugar de manera paralela a una creciente agudización  de la sensación de crisis entre los tradicionales pobladores mayoritarios de su medio; es decir, los agricultores y los campesinos. Éstos están experimentando similares procesos, problemáticas e incertidumbres que la sociedad global en la que cada vez están más insertos.

En la mundializada y superurbanizada sociedad global de nuestros días las facilidades de comunicación existentes a escala planetaria posibilitan que podamos desentendernos de lo que acontece a escasos metros de nuestra vivienda e interesarnos por lo que sucede a miles de kilómetros de distancia.

Cono señala Lamo de Espinosa (1996:136-8), en el mundo de hoy, estamos vinculados con lo extraño y lejano y ajenos a lo próximo. En estas circunstancias, se experimenta una creciente desterritorialización de las relaciones sociales y de los procesos socioeconómicos, que tienden a desarrollarse a escala global. Lo que sucede en el ámbito local está cada vez más influido por tales procesos. En la actual situación ya no es fácil encontrar ejemplos de ruralidad cono un entorno local casi completamente autárquico. Las crecientes interferencias e intromisiones de la sociedad global, preponderamentenente urbano-industrial, sobre las ruralidades concretas están dando lugar a su gradual heteronimia y desterritorialización. En realidad, el espacio rural está hoy más territorializado que nunca si entendemos por territorialización delimitación y organización por parte de Administración gubernamental. Sin embargo, cuando aquí se habla de desterritorización se hace referencia al hecho de que las decisiones socioeconómicas que conforman la ruralidad cono un entorno local específico tienen lugar básicamente fuera de ella. De esta forma, lo global se materializa en el ámbito local(Bonanno y Bradley, 1994:63). El resultado de esto, es que los habitantes del medio rural, cono sucede con la mayoría de la población mundial, no suelen controlar los globalizados procesos socioeconómicos que condicionan su vida cotidiana, determinando las nuevas funciones, usos y significados culturales de su medio.

 

El caso español

Los cambiantes significados atribuidos a la ruralidad en España a lo largo de su historia son evidencia empírica de la naturaleza polisémica de este concepto.  Nuestro país, análogamente a lo sucedido en otros contextos, manifiesta procesos de gradual devaluación o abandono de la ruralidad y, actualmente, de retorno a ella, es decir, de ruralización. A su vez, esto ha conllevado cambios en las valoraciones culturales de la ruralidad, así cono sucesivas tendencias a su devaluación y revalorización social. Sin embargo, la secuencia temporal con la que se han desarrollado tales procesos ha sido en nuestro país significativamente diferente de la de otros casos. Durante el pasado siglo y el primer tercio del XX la mayoría de la sociedad española vivía anclada en la ruralidad tradicional, que fue un referente básico de identificación social para las clases terratenientes y otros sectores sociales del Antiguo Régimen interesados en conservar su status quo, así cono para la mayoría del campesinado. En estas circunstancias, se entiende que, en contraste con el interés prioritario de los sociólogos europeos clásicos por la sociedad urbano-industrial, el pensamiento social español de ese mismo período manifestara una especial preocupación por la situación socioeconómica rural. Esto es evidenciado en los escritos de autores cono Florez Estrada, Juan Díaz del Moral, Joaquín Costa, Pascual Carrión o Severino Aznar, que han sido incluidos por Sevilla-Guzmán entre los precursores de la Sociología rural institucionalizada española (Newby y Sevilla-Guzmán, 1983:176 y ss).

Posteriormente, los propósitos modernizadores del medio rural de la Segunda República  (1931-1936) no pudieron ser materialitos. Al fracaso del proyecto de reforma agraria acometido entonces hay que sumar los virtualmente nulos efectos que la política de dicho régimen tuvo en lo relativo a propiciar la tan necesaria modernización sociocultural de la ruralidad.

Hasta los años sesenta del siglo XX, la mayoría de la sociedad española permaneció inmersa en formas de vida y pautas culturales típicas de la ruralidad tradicional. Durante ese tiempo, la población activa agraria constituía el cuarenta por ciento del total de la población activa, la agricultura producía casi un cuarto del Producto Nacional Bruto (PNB). Asimismo, un cierto número de  centros poblacionales, que podrían ser conceptuados cono urbanos en razón de su tamaño, mantenían estrechas relaciones sociales y económicas con las áreas rurales que los circundaban y, al menos parcialmente, las mismas pautas culturales. La existencia de una amplia base social inmersa en tales pautas explica, en gran medida, el triunfo y afianzamiento del franquismo a partir de 1939, así cono la visión tradicionalista y conservadora de la ruralidad del discurso ideológico legitimador de la política agraria del tal régimen. Esto no significa que el franquismo fuera favorable a los intereses del campesinado en general. De hecho, este régimen conllevó un reforzamiento de la posición hegemónica de las clases terratenientes más reaccionarias del Antiguo Régimen, cuyo poder había persistido prácticamente intacto tras el breve paréntesis republicano.

Los discursos iniciales del franquismo se caracterizaban  por el ensalzamiento populista de los valores y virtudes de la ruralidad, concebida cono paradigma bucólico de la armonía y la integración social, cono una especie de reserva moral a la que el resto de la sociedad debía emular. En consonancia con su retórica legitimadora, la política agraria franquista se baso, sobre todo en su primera etapa, en lo que Sevilla-Guzmán ha calificado cono la ideología de la soberanía política del campesinado.

Esta ideología mitificada a la población rural y concebía la agricultura, más que como una actividad económica, cono un modo de vida superior (Sevilla-Guzmán, 1979:141). El campesinado era visto, en palabras de Rafael Cavestany de Anduaga, cono esa base social "permanente que reserva a la Patria en su independencia y su dignidad". "Frente a la estampa de las revoluciones triunfantes, sobre la devastación; frente al triste desfile proletario arrastrando sus cadenas de esclavitud", opone Cavestany (1958: 94-5) la imagen "del campesinado puesto en pie sobre su tierra con una casa al fondo, a cuya puerta juegan sus hijos". El campesinado era considerado cono clase unitaria, identificada con los valores supremos nacionales (religiosos, patrióticos, políticos, económicos y sociales), de la agricultura y del mundo rural-tradicional cono un paradigma de organización social y de civilización (Gómez Benito, 1995: 76, 331-2). La exaltación del campesinado es una característica del populismo agrario presente no discurso fascista. De hecho, la expresión "soberanía política del campesinado" la toma Sevilla-Guzmán de Mussolini.5 Sin embargo, a pesar de su indudable  carácter autoritario  y de sus evidentes semejanzas con el fascismo, la naturaleza sociopolítica del franquismo no fue exactamente fascista.

La ideología exaltadamente agrarista del pensamiento social agrario del franquismo en sus comienzos fue utilizada para cooptar a la población rural. En la práctica, tal ideología fue una retórica que escondía una política real de supeditación de la agricultura a la industria que actuaba claramente contra los intereses del campesinado sin tierra y los pequeños propietarios. La percepción de la ruralidad de la ideología de la soberanía política del campesinado fue entrando, gradualmente, en contradicción con el modelo de desarrollo capitalista adoptado por el franquismo. Así, a partir de los años sesenta, aunque formalmente mantuvo sus principios doctrinales originarios, la política agraria franquista dió lugar a un proceso de transformaciones en la ruralidad española, cuyas formas de vida, hábitos, cultura y pautas familiares dejaban, poco a poco, de lado su tradicional carácter etnocéntrico localista, a la vez que eran centradas, cada vez con mayor intensidad, por la cultura urbana (Pérez Díaz, 1983: 255. A medida que la industrialización aumentaba el grado de modernización de la sociedad española, se afirmaba de facto la primacía de los entusiastas discursos oficiales del desarrollismo que reemplazaban a los de la ideología de la soberanía política del campesinado.

La modernización dió lugar a procesos de desruralización similares a los experimentados en otros países en casos parecidos. Esto se manifestó en el éxodo rural y en la extensión social de la consideración negativa de la ruralidad cono paradigma del atraso y el subdesarrollo. En contraste, el paradigma urbano-industrial era visto, cada vez por más gente, cono símbolo del progreso y del desarrollo. De esta forma, frente al tradicional etnocentrismo localista de la sociedad rural tendía entonces a reafirmarse, cada vez con más fuerza, esa nueva forma de etnocentrismo occidentalista que durante varias décadas ha orientado la praxis intelectual y política de las sociedades industriales  del mundo desarrollado en su relación con los países en desarrollo o con las sociedades rurales a las que trataban de modernizar. Estas percepciones de lo rural y lo urbano están también, de algún modo, implícitas en la Sociología rural española de aquellos años de desarrollo y modernización. Aunque, desde luego, los autores españoles que han escrito trabajos acerca de estas tenias no pueden ser simplemente etiquetados cono partidario de ninguno de los enfoques teóricos de la sociología rural relatados arriba. El examen de sus diferentes obras manifieste su eclecticismo teórico y apertura  intelectual de miras. Sin embargo, si es posible encontrar trabajos concretos orientados preponderantemente por aluno de tales enfoques. Por ejemplo, el libro da García Ferrando sobre La innovación tecnológica y su difusión en la agricultura española (1976) estaba orientado por las teorías de la modernización. El antes citado texto de Diez Nicolás también se situaba en esta misma perspectiva teórica. En lo que se refiere a las perspectivas críticas con referencia a las transformaciones en la ruralidad, pueden mencionarse los estudios de Naredo, Leguina, Pérez Touriñoy Sunpsi. En la mayoría de éstos, se puede apreciar una aproximación crítica y conflictivita encaminada a mostrar los costes y los problemas sociales sufridos por la sociedad rural española durante su forzado proceso de adaptación al desarrollo económico capitalista (Pérez Yrule y Gómes Benito, 1990:325.

En la actualidad, pasada la euforia desarrollista de las décadas anteriores, se están experimentando en España  procesos de revalorización cultural de la ruralidad similares a los que acontecen en otras sociedades europeas. El análisis de los recientes  movimientos migratorios  entre las áreas rurales y urbanas  muestra que el tradicional proceso de éxodo rural, protagonizado por los jóvenes, está siendo compensado con otro proceso inverso de emigración urbanaza el ámbito rural, protagonizado sobre todo por la población inactiva (Camarero, 1993, y García Sanz, 1994. La actual "vuelta a la ruralidad" no debe ser entendida en absoluto cono un retorno al pasado tradicional campesino. Ahora se manifiestan en España nuevas formas de construcción social de la ruralidad y de percepción cultural de ella en las políticas agrarias y en la mentalidad de una cantidad creciente de la población. De acuerdo con el contexto postmaterialista y posfordista en el que se desarrolla, el actual retorno a la ruralidad muestra una tendencia a optar por la calidad productiva y de vida. Esto da lugar a un fortalecimiento del medioambientalismo y a una creciente conciencia acerca de la necesidad de mantener o recuperar los entornos naturales y paisajísticos. Asimismo, se está experimentando una progresiva revalorización de las formas de vida rurales.

Las nuevas directrices no productivitas de la Política Agraria de la Unión Europea están dando lugar a una creciente consideración social de la ruralidad en España, más cono ámbito de vida o espacio de ocio que de producción. La mayor conciencia ecológica de la población española hace que se implique, cada vez más, en la defensa de los entornos naturales. Éstos son escasos, pero son los mejor conservados de Europa Occidental.

Por último, la ruralidad española está experimentando crecientes exigencias de competitividad y políticas agrarias de retirada de tierras del cultivo, así cono procesos de globalización y tecnificación de la agricultura, de despoblación, de reestructuración de funciones, de desterritorialización y pérdida del control de las decisiones socioeconómicas que condicionan su vida cotidiana similares a los sufridos en otros países. Esto está ocasionando diversos problemas, conflictos e incertidumbres en distintos grupos sociales y organizaciones del medio rural. Dos ejemplos a este respecto son los casos del grupo de jornaleros de Andalucía occidental movilizado por el Sindicato de Obreros del Campo (SOC) y de los pequeños y medianos agricultores castellanos (Entrena, 1994); Alonso, Arribas y Ortís, 1991. Ambos grupos sociales están experimentando sentimientos de agonía y de pérdida de su identidad colectiva motivados, respectivamente, por la disminución de sus secularmente escasas posibilidades de encontrar empleo en la agricultura o porque se ven forzados a abandonar su tradicional actividad de cultivadores de la tierra.

En suna, mientras que una considerable parte de la población urbana española tiende a construir y / o a identificarse con unas imágenes positivas de la ruralidad, que contribuyen a compensarle de su desencanto con respecto al modelo socioeconómico y de vida de las ciudades en las que se desenvuelve su cotidianeidad, los agricultores y los campesinos suelen percibir negativamente su presente situación cono una crisis cuyo desenlace no se vislumbra en su actualmente incierto horizonte de expectativas.

 

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Notas

1 Recuérdese que el propio Marx, en El dieciocho brumario...se refirió despectivamente a los campesinos franceses cono un "saco de patatas" (sin fecha, 99).

2 Por referir sólo un ejemplo a este respecto, Eric R. Wolf (1979) pone de manifiesto el carácter marcadamente comunitario de ciertas comunidades indígenas en la zona de Morelos (México), durante la etapa más o menos inmediatamente anterior a la Revolución de 1910-17.

3 "La investigación del siglo XX ha acumulado una multitud de pruebas que apoyan de forma abrumadora la consideración de que las culturas particulares divergen significativamente unas de otras y que no pasan por estadios unilineales" (Steward: 1979,28.

4 Los conceptos de colonización del mundo de la vida y de sistema son entendidos aquí de manera similar a cono lo hace Habermas (1987:451 y ss.).

5 En efecto, en febrero de 1921, dijo Mussolini: "Queremos que la tierra no pertenezca al Estado, sino al cultivador. Mientras que el social comunismo tiende a desheredar a todos... En lugar de la soberanía de una casta política central nosotros apoyamos la soberanía del campesinado" (Sevilla-Guzmán: 1979, 303).